La catedrática de Derecho Constitucional publica «155. Los días que estremecieron a Cataluña», en el que analiza las consecuencias que ha traído el denominado «procés»
Teresa Freixes, durante su entrevista con ABC - JOSÉ RAMÓN LADRA |
Cataluña sigue sufriendo las consecuencias del «procés». Casi cuatro meses después de las elecciones del 21-D, la situación no ha cambiado: un Govern destituido a través del artículo 155 y unos números que no permiten a los constitucionalistas investir a un presidente de la Generalitat que acabe con las aspiraciones secesionistas. Mientras, los independentistas continúan buscando a un candidato que pueda llevar a cabo esa «desconexión» que demandan. Esto, sin embargo, no es cosa de meses. La catedrática en Derecho Constitucional y profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona Teresa Freixes publica «155. Los días que estremecieron a Cataluña» (Ed. Doña Tecla), en el que analiza los acontecimientos que han llevado a Cataluña hasta este punto y cuáles son los próximos pasos que se deberían dar para volver a la legalidad.
En el libro habla de que una parte del nacionalismo catalán es totalitario
Sí,
una parte. La parte que lo que pretende es la construcción de un estado
nacional fundamentado en criterios que los podríamos considerar incluso
hasta supremacistas, y pretenden imponer esos criterios en todos los
ámbitos de la sociedad. No únicamente en un discurso político, sino que
eso penetra en la escuela, en la comunicación, en las empresas, en el
funcionariado, en la administración... Por eso, lo veo con la definición
académica de totalitario. No confundamos con régimen dictatorial, que
es distinto, sino totalitario desde el punto de vista de imbuir a toda
la sociedad hacia el punto de vista de esa ideología nacionalista y que
eso condicione toda la actividad.
¿Qué papel juega la propaganda en esto?
Durante
muchos años ha tenido un papel decisivo. Ha habido dos grandes ejes de
fundamentación de esta propuesta, que son la educación y la
comunicación. Se ha construido un relato desde un punto de vista muy
emocional, que ha calado en muchas capas sociales. Primero, porque nunca
ha habido un contrarrelato eficaz, no ha habido la posibilidad de
construirlo, aunque algunos lo hemos estado intentando, pero han sido
intentos que no han recibido el apoyo institucional que tiene el relato
del secesionismo, que tiene un apoyo bárbaro en todas las estructuras
políticas de la Generalitat.
Y claro, si además
esto es algo que se va incluyendo machacona y repetidamente en los
medios de comunicación publicos, que son los que mayoritariamente ven,
las televisiones por ejemplo... pues cala como si fuera lo más normal.
Con eso no quiero decir que todo lo que hacen en TV3 es así. Hay
programas y personas realmente interesantes, correctos y buenos. Pero sí
que hay una tendencia en determinados programas, y sobre todo en los
debates, que en realidad no lo son, porque lo que hay es un monodebate,
en el que al final todos dicen lo mismo.
¿Cómo valora la decisión de la justicia alemana de descartar el delito de rebelión y dejar en libertad a Puigdemont?
Estoy
esperando a que me manden traducido el auto del tribunal regional
alemán, porque tengo que ver lo que pone. Pero de entrada he de explicar
una cosa, y es que Alemania, por decisión de su Tribunal
Constitucional, cuando hizo el control de constitucionalidad sobre la
Constitución Europea y la Carta de los Derechos Fundamentales, hizo una
reserva de Constitución, es decir, que si en Alemania se considera que
el derecho de la Unión Europea —que tiene primacía— es menos garantista
en derechos fundamentales que el ordenamiento alemán, aplican este
último. Entonces, lo que parece que ha hecho el juez alemán es que ha
considerado que el automatismo de la orden judicial europea —que es lo
que vendría por la primacía del derecho comunitario— no respeta
suficientemente las garantías establecidas en el derecho alemán, y por
tanto ha entrado en el tema, cuando en teoría no tenía que haber entrado
en el examen de cómo se había configurado el tipo delictivo en España.
Yo
anuncié que esto podía pasar, aunque la verdad es que creía que más
bien podía pasar cuando llegara al Constitucional alemán. Me ha
sorprendido que haya sido el juez regional.
¿Y qué es lo que ha pasado para adoptar esta decisión?
Para
rebelión, es necesario que esta comporte un cierto grado de violencia.
Lo que ocurre es que lo que se va a tener que discutir es qué significa
que haya violencia, porque violencia no es solamente sacar los tanques a
la calle. Recuerdo el día del intento de asalto a la Consejería de
Economia en Barcelona, que me pilló en medio. Iba en taxi y nos voló una
valla por encima del coche. El taxista estaba muy nervioso porque
pensaba que le destrozaban su medio de trabajo. Con esto quiero decir
que violencia ha habido. La hay cuando cortan una carretera y te impiden
pasar. Este jueves, en la Universidad Autónoma de Barcelona, en la
Plaza Cívica, se destrozaron entidades comerciales. Si eso no es
violencia... Ahora, ¿hasta qué grado de violencia tenemos que tolerar
para que se diga que hay rebelión?
La rebelión
es el intento de subvertir el orden constitucional. Los medios para
subvertirlos pueden ser distintos. Puede ser una violencia armada o
puede ser una violencia que constriña la coacción. ¿La coacción no es
violencia? Ahí es donde tenemos el debate, en el grado de violencia.
¿Estamos lejos del final del «procés»?
Está
lejos, muy lejos. Ya lo estaba antes de la decisión del juez alemán,
porque el «procés» no terminará hasta que el nacionalismo deje de ganar
elecciones. No en votos, sino también en escaños. Hasta que no lo
consigamos derrotar en las urnas, esto continuará. Tenemos mucho trabajo
por delante, mucha pedagogía que hacer, mucho que construir. Y
necesitaríamos que hubiera una cierta empatía entre el Gobierno español y
los ciudadanos catalanes que resistimos al secesionismo, porque no la
ha habido.
¿Y qué debe hacer el Gobierno para transmitir esa empatía que asegura que falta?
Estar
más en contacto con la sociedad. No estar siempre en las altas esferas,
hablando con determinadas personas. Lo que sucede es que al final de
esa pirámide, la cúpula, los políticos, tienen más intereses comunes
entre ellos que lo que sería la empatía que podría haber entre cada uno
de esos grupos políticos y la sociedad que le respalda.
¿Ha encontrado la sociedad catalana esa empatía en Ciudadanos?
Por
lo general eso parece, pero hay que verlo todavía. Como ha habido una
orfandad de buena parte de la sociedad en Cataluña, porque el PSC nunca
sabes por dónde va a salir, mucha gente se ha replegado y toda aquella
base social que tenía, que le hacía ganar todas las elecciopnes
generales, las grandes alcaldías... ha desaparecido. Buena parte de la
gente que estaba alredeor de ahí ahora está más alrededor de Ciudadanos.
Y también por esa falta de empatía del PP, que se ha traducido en una
bajada terrible del número de votos y escaños en el Parlamento catalán.
Las formaciones independentistas achacaron esta bajada del PP a la aplicación del artículo 155
No,
por el 155 no. Es más, buena parte creemos que el 155 se ha aplicado
mal. Es un artículo alemán que tenemos en nuestra Constitución, pero
que se ha aplicado a la italiana. En la Constitución de Italia se prevé
que en estos casos se destituya al Gobierno y al Parlamento regional,
cosa que no se prevé ni en nuestra Constitución ni en la alemana. Y lo
que han hecho es descabezar las altas instancias políticas. Pero lo que
tendría que implicar el 155 es un desbrozamiento de lo que sucede en
todo el poder público, en toda la administración, para ir actuando y
haciendo que se vuelva la ley. Y eso no se ha hecho.
De
repente, se dan cuenta de que la directora de la Escuela de los Mossos
llevaba urnas en su coche para el referéndum del 1-o y lo que hacen es
cesarla. Pero eso es la cúpula del iceberg. Lo que pasa en la Escuela de
Seguridad Pública de Cataluña es que hay un adoctrinamiento
nacionalista total sobre las actividades de la escuela. Ese es el
problema.
Me mandaron ayer unas fotos de la sede
de Educación de Cataluña, y es espantoso. Está llena de «libertad
presos políticos», lazos amarillos, «fuera ocupación», etc. Y es un
sector público, es de todos, pero está totalmente apropiado, y nadie
hace nada. Y en este momento se supone que están bajo las órdenes del
Ministerio de Educación. Igual que los Mossos. ¿Por qué se quedan
mirando cuando se llena un pueblo de esteladas y lazos amarillos? Y
están bajo las órdenes del ministerio de Interior en estos momentos.
Se
han descabezado las cúpulas, pero no se ha actuado en los lugares donde
se tenía que actuar. Es más difícil, pero es necesario. Si no volvemos
al sometimiento a la ley, no conseguiremos nada. Evidentemente hay que
hacer política, yo eso lo reclamo. Los partidos constitucionalistas
tendrían que tener una estrategia común, de manera que eso facilitara el
tránsito hacia la democracia, porque el problema en estos momentos es
de democracia. Pero no lo hacen, no se ve que haya un acuerdo entre los
partidos constitucionalistas dirigidos hacia ahí, y el nacionalismo va
campando a sus anchas.
También se habla de la
fractura social como una de las principales consecuencias del «procés». ¿Algún día podrá llegar a solucionarse?
La
solución es muy complicada. La fractura social es consecuencia de un
problema político, pero también hay un problema de fondo, que viene de
que no se ha hecho una política adecuada desde hace muchos años. Y me
refiero a lo siguiente: siempre que no ha habido mayorías absolutas en
el Congreso de los diputados, el partido que gobernaba, fuera el que
fuera, ha comprado los votos necesarios para investiduras, presupuestos,
etc... en los nacionalismos periféricos. Y esto ha sido siempre a
cambio de algo. A cambio de competencias, de mirar hacia otro lado. Si
llevas décadas haciéndolo, al final lo que sucede es que hay territorios
comanches, territorios donde el orden constitucional parece que no esté
vigente. Porque hay partes de Cataluña, sobre todo en el interior,
donde la gente vive en otra galaxia, en otro mundo. Y el problema es que
se creen que todo el mundo vive así. Te dicen: «Ya somos República».
Por norma general, ¿cala más el independentismo en pueblos que en ciudades?
Sí,
aunque es un poco transversal, porque también en las ciudades —y se ve
en las elecciones— sacan votos. Pero los votos mayoritariamente son de
los pueblos pequeños. Cuanto mayor es la ciudad, excepto el caso de
Gerona, menos secesionismo hay en los votos. Pero tenemos que pensar
también que tenemos un sistema electoral en el que tener un diputado por
Barcelona cuesta más del doble de votos que tenerlo por Lérida. Lo
tenemos estudiadísimo. Mientras en Lérida no se consiga revertir la
situación, con esta ley electoral no hay nada que hacer. Porque en votos
siempre ganamos y los secesionistas van bajando, pero al traducirlo a
escaños tienen más.
También menciona que uno de los objetivos del «procés» es conseguir la inmunidad para sus líderes
Ellos
mismos lo han declarado múltiples veces. Cuando se le ha preguntado a
Artur Mas repetidamente: «¿Usted acatará las sentencias?». Dice: «Pues
depende porque si ya estamos en otra legalidad no tendré la necesidad de
obedecerlas». Luego, por otra parte, cuando aprobaron ilegalmente la
ley de transitoriedad incluyeron un artículo por el cual se declara el
indulto para todas aquellas personas que tengan causas judiciales
abiertas o sentenciadas, aunque fuera con sentencia firme, y que eso
estuviera vinculado a su posición relativa al proceso de independencia
de Cataluña. Entraría todo: los Pujol, el caso Palau, el tema de las
ITVs, el 3%... Esto es otro de los ejemplos del totalitarismo, la
inmunidad de sus líderes.
¿Hay adoctrinamiento en los colegios catalanes?
No en todos, pero sí en muchos.
En
el libro asegura que en las aulas de informática de algunos centros no
se puede entrar en las páginas web de algunos medios españoles, entre
ellos ABC.
Es verdad, no pueden entrar. No sé si
es algo habitual, yo sé que hay varios casos que me han planteado.
Utilizan el filtro parental, o sea, lo bloquean para que no sea
accesible.
¿Y por parte de quién viene la orden de bloquearlo?
Por
parte de directores. Hay un sistema de reclutamiento de todo lo que es
la administración educativa que está pensado desde la óptica de esa
construcción nacional. No se eligen por parte de los miembros de la
comunidad educativa, sino que vienen nombrados administrativamente
después de haber pasado unos cursos de selección. Eso conlleva muchos
filtros.
¿Ocurre lo mismo en las universidades?
Es
distinto. Hay más libertad de cátedra, por la propia naturaleza de la
universidad. Lo que sucede es que una minoría muy bien organizada
condiciona la vida de las universidades. Las elecciones de delegados, de
las juntas de gobierno... Y la vida académica en general, porque el día
que nuestros 200, porque de 20.000 son 200, te montan la barricada...
Yo si no hay fuego paso, pero si hay fuego no paso.